KICHWAS, SHUAR Y OTROS PUEBLOS ORIGINARIOS

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En Ecuador se reconocen catorce nacionalidades, con otras tantas lenguas habladas. El kichwa es la más extendida, de origen inca y compartido por dos millones y medio de hablantes, incluidos los de Colombia y Perú. Los shuar viven en la Amazonía, en territorios de los actuales Ecuador y Perú. Son alrededor de 80.000 y la mitad de ellos se expresa en su lengua indígena. El resto de los grupos son más reducidos –los cayapa, los andwa, los waorani…– y algunas de sus lenguas en peligro de extinción.

La constitución vigente desde 2008 en Ecuador reconoce expresamente los derechos de estos pueblos originarios, en 21 artículos de su capítulo cuarto: “Mantener, desarrollar y fortalecer libremente su identidad, sentido de pertenencia, tradiciones ancestrales y formas de organización social” (57.1). “Conservar la propiedad imprescriptible de sus tierras comunitarias, que serán inalienables, inembargables e indivisibles” (57.4). “La consulta previa, libre e informada, dentro de un plazo razonable, sobre planes y programas de prospección, explotación y comercialización de recursos no renovables que se encuentren en sus tierras y que puedan afectarles ambiental o culturalmente” (57.7). “Desarrollar, fortalecer y potenciar el sistema de educación intercultural bilingüe, con criterios de calidad, desde la estimulación temprana hasta el nivel superior, conforme a la diversidad cultural, para el cuidado y preservación de las identidades en consonancia con sus metodologías de enseñanza y aprendizaje” (57.14). Lenguas reconocidas, por tanto, oficialmente, y apoyadas teóricamente en todos los niveles. La práctica, sin embargo, deja en papel mojado todas estas declaraciones pues carece de recursos económicos y voluntad política para hacerlos efectivos.

“La educación bilingüe nació en los corredores de las casas; niños, niñas y adolescentes de la comunidad eran los alumnos, también participaban mayores, adultos y casados –los padres casaban a los niños para que no fueran tan fácilmente violados por patrones, mayordomos y mayorales–. Luego se trasladó a la casa comunal, construida por la propia comunidad en minkas –trabajo comunitario–; el Estado solo aparecía para cobrar impuestos. Esta insurgente educación nada formal jamás enclaustró a los alumnos para enseñar. Por el contrario, fue en espacios abiertos, abiertos de mente y corazón, en sintonía con la realidad comunitaria, identitaria, en su propia lengua matriz (kichwa), en su propia cultura y cosmovisión, sin privilegiar la racionalidad sino sincronizando los ritos, los mitos, los símbolos de la filosofía indígena”. (Yaku Pérez, Reforma Educativa  y Etnocidio Cultural. ECURUNARI, 2019)

Fuente: informe UNICEF 2008

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