EXTRACTIVISMO EN AMÉRICA (YASUNÍ Y QUIMSAKOCHA)

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Lo que aconteció en Europa hace 500 años –la emergencia y el desarrollo de la Era Moderna– ha sido explicado por la convergencia y la sinergia de diversos factores. No se trataba de una zona especialmente poblada o próspera –China triplicaba su población y su poderío técnico, político y militar era infinitamente superior– pero convergieron en ella diversos factores que hicieron posible lo que después se llamó “globalización”. Entre ellos habría que destacar el surgimiento del Estado moderno, con su alto grado de concentración de poder, a partir de la conquista y unificación de los antiguos reinos feudales. En aquellas cortes se reunieron científicos, militares, artistas o pensadores abiertos a las nuevas tendencias que impulsaron la creación de las estructuras y de los ejércitos de los imperios emergentes. Los pilares del sistema económico que después fue llamado capitalismo, incluido el sistema bancario moderno, se establecieron también en aquella época. En los cuatro siglos posteriores, el ascenso y la decadencia de los imperios se decidieron en su capacidad de dominar los grandes océanos. Los españoles y los portugueses fueron los primeros en encabezar la carrera, gracias a las hazañas que encadenaron en el “descubrimiento de América”.

No hace falta insistir en que no se trató de ningún descubrimiento, ya que aquellas tierras habían sido conquistadas, habitadas y recorridas por diversos pueblos e imperios anteriormente. Aquella operación, hoy aún vigente, trajo consigo el genocidio más grande de la historia conocida, de forma que los habitantes de la época quedaron aniquilados o marginados a través de guerras, epidemias y el trato que padecieron por parte de los nuevos conquistadores. La Era Moderna trajo consigo una explosión demográfica en Europa y la casi desaparición de los pueblos de América. Los trece millones de habitantes de Norteamérica del siglo XVI fueron reducidos a uno en cinco siglos, y obligados a abandonar sus tierras e instalarse en las “reservas”. Sus mujeres fueron masivamente esterilizadas en el siglo XX –hasta un 40%–, cuando sus índices reproductivos triplicaban a los de la población blanca. En Centro- y Suramérica las cosas no funcionaron exactamente igual, pero sus pobladores, cuando no fueron aniquilados, fueron esclavizados al servicio de los colonos y los criollos que les siguieron.

La fiebre del oro se propagó desde el comienzo y miles de “indios” dejaron su vida en aquellas minas y en las de plata. Los recursos imprescindibles para financiar las aventuras imperiales encontraron abundantes fuentes de ingresos: Los Dorados y las Nuevas Arcadias resultaron fundamentales para la acumulación capitalista en marcha. Aunque, tras arduas discusiones teológicas, los “salvajes” fueron tomados pronto por humanos, esto no impidió que se les sometiera a esclavitud; y cuando resultaron demasiado débiles o escasos para la dureza de las plantaciones o las minas, se esclavizó a los africanos: era la costumbre.

HISTORIA Y ACTUALIDAD DE LA MINERÍA

Los norteamericanos no eliminados fueron obligados a desplazarse de las tierras fértiles a los desiertos, y de los valles a las montañas. Pero, más adelante, muchos de aquellos parajes inhóspitos resultaron estar marcados por una nueva maldición: los codiciados minerales de sus subsuelos. Eran ricos en petróleo, oro, cobre, uranio, carbón o níquel. Un tercio de las reservas de carbón de los EEUU y la mitad de las de uranio se descubrieron en las reservas indias. El Allotment Act (“Acta de Adjudicación”) firmado por el Congreso norteamericano en 1887 había establecido para entonces el criterio a seguir: “La propiedad comunitaria resulta peligrosa para el desarrollo de la libre empresa”. Y lo mismo ocurrió en el extremo sur, cuando los mapuches de Chile fueron expropiados por el gobierno de Pinochet. A veces, estas expropiaciones tomaron forma de “intercambio comercial”: todo el estado de Nueva York fue “comprado” por mil dólares en 1779.

Este mismo otoño nos llegan noticias de Cauca (Colombia): “asesinados varios indígenas y sus jefes por grupos armados incontrolados”. Noticias que se repiten cada poco. En las tierras de los urace y los kokonuko, bajo el volcán Purace, se explotaron las minas de azufre, actualmente a punto de cerrar, dejando un paisaje lunar. Unos 15.000 nativos trabajaron allí en los años de mayor actividad. Celanese, la empresa explotadora, firmó un contrato por el que indemnizaría a los nativos por el destrozo de sus tierras, pero el gobierno prohibió el trato (“usarán el dinero para armarse”). Se declaró la huelga; unos 45 mineros fueron asesinados en los años siguientes.

El petróleo se extrae intensivamente en Ecuador desde los 70. Los Waoranis fueron expropiados sin indemnización. Lo mismo ocurrió con los ashaninca de Perú o muchos pueblos amazónicos de Brasil para deforestar y crear inmensos campos de cultivo para la ganadería. Los Yanomami, uno de los pueblos indígenas más extensos de Venezuela y Brasil están desapareciendo: su subsuelo es rico en oro y estaño. Los Nambikuara del Mato Grosso eran unos 15.000 a principios del siglo XX; hoy quedan unos cien, después de que sus tierras fueron bombardeadas con el famoso “agente naranja”, el defoliante utilizado en Vietnam…

Las formas de expoliación apenas se transformaron tras las independencias de los Estados americanos en el siglo XIX. Como hasta entonces, la destrucción de territorios o los asesinatos prosiguieron igualmente. Pero lo cierto es que la constitución vigente en Ecuador desde 2008 reconoce los “derechos de la Naturaleza” y ofrece todo un epígrafe a los derechos de sus catorce nacionalidades: derechos a sus tierras, a sus lenguas, a sus formas de vida, a su identidad… desgranados en 21 capítulos. Poco más que papel mojado.

Es más fácil detectar y extraer los minerales a mayores profundidades con los medios tecnológicos actuales. Lo que antes requería de largos años y de mucha gente se lleva a cabo actualmente con un puñado de personas y en poco tiempo. El efecto es el habitual: tierras devastadas, poblaciones expropiadas y desestructuradas, tierras y aguas contaminadas. Y en ello, apenas se distingue a los gobiernos progresistas de los más conservadores: los ministros de minería de Venezuela o de Brasil, de Argentina o de Ecuador acuden a la gran feria anual de Toronto a buscar compradores entre las mismas multinacionales.

Finalmente, las concesiones mineras actuales se venden a cargo de las deudas públicas de los “países pobres”; deudas que no cesan de crecer, hipotecando a las nuevas generaciones. China aparece a la vanguardia de esta estrategia, haciéndose con más y más yacimientos en África y América del sur a cambio de sus “créditos para el desarrollo”. El informe Oxfam América 2010, citando a economistas del Banco Mundial, resulta categórico a este respecto: “En los 95 países investigados entre 1970 y 1990, cuanto mayor es su dependencia de la exportación de los recursos naturales, menor es su crecimiento en el PIB (“Producto Interior Bruto”)”.

Los entornos pobres se empobrecen aún más tras la explotación minera. En el caso ecuatoriano, según la ley de minería aprobada en 2009, el 5% de los beneficios serán para el Estado y el 95% para la empresa explotadora. El empleo creado resulta de muy mala calidad y dura poco. Si comparamos a este sector con otros como la manufactura, la agricultura o los servicios, su capacidad de creación de empleo resulta mínima: de 0’5 a 2 empleos por millón de dólares invertidos. En la América Central, en Chile o Argentina, los lugares dedicados a la minería son los más pobres y empobrecidos del país. En compensación, suelen establecerse los “bonos para la pobreza” financiados con los ingresos petroleros o mineros, una forma de blanquear las estadísticas sobre las poblaciones en el “umbral de la pobreza”: “Bolsa Familia” en Brasil, “Renta Dignidad” en Bolivia, “Bono Solidario” en Ecuador, “Chile Solidario” etc.

En la década 1980-1990, una cuarta parte de los humedales han desaparecido del Canadá; en el gran lago de Ontario –uno de los “cinco grandes lagos en la frontera EEUU-Canadá– están prohibidos el baño y la pesca… El drenaje ácido es uno de los problemas implícitos de las minerías. En las tierras especialmente ácidas como el conjunto de los Andes este problema se agranda. En el 76% de los entornos mineros de los EEUU, se detectan proporciones de cobre, cadmio, plomo, mercurio, níquel, cinc o cianuro peligrosas para la salud –y hablamos aquí de utilización de “tecnologías punta”–. El caso del oro resulta extremo por el uso del cianuro en su procesamiento: para extraer una onza de metal –lo que hace falta para un anillo de boda– hay que lavar 250 toneladas de mineral utilizando 8.000 litros de agua.

Las explotaciones mineras siguen estando en la base de la pobreza, el abandono y la marginación de las poblaciones, ahora como hace siglos. Según la OCMAL (“Observatorio de los Conflictos Mineros de América Latina”), actualmente hay 120 conflictos abiertos entre las poblaciones y las alianzas de gobiernos con empresas metalíferas. La Defensoría del Pueblo de Perú dice que la mitad de los conflictos sociales se generan por estos conflictos.

Referencias:

Ecología política de la mineria en América Latina (Universidad Autónoma de Mexiko)

OCMA, Observatorio de Conflictos Mineros de América LatinaVideo de la marcha desde Pastaza a Quito en 1992

YASUNÍ, SÍMBOLO DE RESISTENCIA

Yasuní (“Tierra sagrada” en lengua waorani) es un parque natural de unos diez mil kilómetros cuadrados ubicado en la Amazonia ecuatoriana que acoge al 10% de la flora mundial –en una hectárea hay más variedad que en toda Norteamérica–. Allí viven los pueblos Waorani, Taromenani y Tagerai, no contactados hasta los 60 del pasado siglo, con un derecho, reconocido actualmente, a mantener sus formas ancestrales de vida. Pero su subsuelo es rico en petróleo, y su explotación comenzó en las pasadas décadas.

Después de sufrir los efectos de las explotaciones petrolíferas, sus pobladores se han movilizado para impedir que prosigan, y para poner en marcha otras iniciativas de desarrollo económico para la región, con implicación internacional (la iniciativa Yasuní-ITT). Cuando Rafael Correa llegó a la presidencia en 2008, prometió respetar ese proceso, pero pronto viajó a China y a los “tigres asiáticos” y negoció créditos a cambio de concesiones. En 2013 dirigió al país entero, pero muy especialmente a los jóvenes, una “declaración solemne” en la que afirmaba que “las riquezas del subsuelo de Yasuni resultaban imprescindibles para sacar a Ecuador de la pobreza”. Sin embargo, fueron especialmente los jóvenes los que le respondieron movilizándose contra el extractivismo minero por todo el país. Para muchos, se trató de uno de los momentos clave en la quiebra de confianza en un presidente que se había disfrazado de verde para llegar al poder.

Desde entonces, se constituyó el movimiento Yasunidos, por todo el país, para articular la defensa del parque y de sus pueblos originarios.

 (Gracias a Kléver Calle por sus informaciones)

QUIMSAKOCHA, LAS FUENTES DE AGUA AMENAZADAS

Se habla de “páramo” en Ecuador para referirse a territorios situados entre 3.500 y 4.000 metros de altitud. A diferencia de lo que ocurre en Europa, hay bosques allí, con árboles que solo crecen a esas alturas, y su riqueza en flora y fauna es inmensa. Y seguramente, su característica más notable es su capacidad para absorber y mantener inmensas cantidades de agua que abastecen a los acuíferos de grandes extensiones de su entorno.

Quimsakocha (“Las tres lagunas” en lengua kichwa), situada en el departamento de Azuay, es uno de estos páramos, dentro del parque natural de Cajas. Su paisaje sobrecoge: no tres sino más de treinta lagunas e infinidad de estanques que nutren de agua los valles cercanos que viven de la agricultura y la ganadería. Tres de los cinco ríos de la ciudad de Cuenca nacen allí.

Su maldición consiste en que su subsuelo, a grandes profundidades, es rico en oro, y los habitantes de su entorno –incluida la propia capital– viven los últimos años bajo la amenaza de su explotación intensiva. Una explotación que rompería inexorablemente el equilibrio ecológico de toda una extensa comarca, y que ha llevado a sus opositores a organizar campañas de concienciación y consultas populares. La que se realizó en la población de Girón la pasada primavera fue una de ellas, y esta atmósfera propició también la elección de Yaku Pérez para el cargo de prefecto de Azuay: la defensa del agua era el punto central de su campaña, y se propone organizar consultas vinculantes para toda la región.

Sus dos primeros intentos han fracasado, pues no consiguió la mayoría suficiente en el consejo de alcaldes, y el Tribunal Constitucional de Ecuador rechazó en septiembre su iniciativa.

Eran las semanas anteriores al último levantamiento indígena que sacudió todo el país.

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