“PERCIBO UNA TERCERA OLA” ENTREVISTA A YAKU PÉREZ
Yaku Pérez Guartambel abogado, profesor y escritor (Cuenca 1969) es el nuevo prefecto de la provincia de Azuay. Se trata de la primera ocasión en que un indígena ocupa dicho puesto, logrado tras una campaña en la que el punto principal era la defensa del agua. Ocupaba hasta ese momento, desde 2013, la presidencia de ECUARUNARI (“Confederación de los pueblos Kichwa del Ecuador”) parte a su vez de la CONAIE, la confederación que engloba al conjunto de organizaciones indígenas del Ecuador y que fue crucial en las movilizaciones del pasado mes de octubre frente al decreto que pretendía la aplicación de las recetas del FMI para el país.
Esta entrevista fue realizada en el pasado mes de octubre, cuando Yaku llevaba apenas cuatro meses en su nuevo cargo. Había comenzado reduciendo su sueldo a la mitad y dedicando la agenda completa de dos días por semana a recibir a los colectivos o personas que quisieran exponerle sus demandas. No encontré obstáculos para incluir mi visita en uno de esos días.
Pregunta. Hizo su campaña a la prefectura tomando la defensa del agua como punto central, dejando el resto de los importantes temas –las infraestructuras y el desarrollo económico, por ejemplo– en un segundo plano. Pero, tras la victoria electoral, todos estos temas han vuelto a la palestra. ¿Cómo piensa compaginar todos estos asuntos?
Respuesta. Hay que comprender que con “la defensa del agua” no hablamos sólo de defender un bien o un recurso natural: el agua ocupa un lugar central en el mundo que hemos conocido desde antaño y aún sigue vigente. La destrucción de las fuentes de agua arrastraría con ella la de todo un mundo. No solo un paisaje, unos ríos, etc. No hablamos sólo de economía o de ecología; hablamos de la vida, de una determinada forma de entender las relaciones comunitarias… Con ello, es evidente que necesitamos inversiones para desarrollar infraestructuras y para mejorar la vida cotidiana de nuestra gente. Para eso habría que recuperar, por ejemplo los 50 millones que el estado nos debe [a la provincia de Azuay] a cargo de nuestras empresas hidroeléctricas, imprescindibles para desarrollar diversos proyectos de interés público. Contra la publicidad de los grandes poderes, se pueden desarrollar muchos proyectos –desde la agricultura al turismo, siguiendo los modelos de una economía sostenible– que la destrucción extractivista haría inviables.
P. Tras todas estas polémicas se encuentran los proyectos metalíferos y, en Ecuador, desde que comenzaron las extracciones petrolíferas –intensivas en las últimas cuatro décadas y fuente central de los ingresos del Estado– dichos proyectos son considerados estratégicos para el desarrollo económico. ¿Es posible una minería responsable?
R. No nos oponemos a la minería por principio. Estamos contra su explotación en lugares como Kimsakocha, con sus fuentes de agua, o en lugares como la Amazonía. El tema está sobradamente investigado y documentado en este continente y a nivel mundial: destrucción irreversible de todo un entorno a cambio de unas monedas –los principales beneficios recaen siempre sobre las multinacionales–; creación de unos pocos puestos de trabajo precario y la destrucción del tejido social… En Ecuador no se dan las condiciones para una minería responsable. Es por eso por lo que pedimos una moratoria para todos los nuevos proyectos extractivos. Los últimos, aquellos que el anterior presidente [Rafael Correa] firmó en secreto con los chinos que ponen en riesgo todo nuestro sistema hídrico.
P. Aunque la resistencia al colonialismo comienza con el mismo, para los que hemos nacido en Europa en la segunda mitad del siglo XX, Latinoamérica ha sido un referente constante para los movimientos de emancipación. En este tiempo, se han producido dos olas muy importantes: podemos llamar a la primera “La ola insurreccional” de los años 50 y 60, la época de la Guerra Fría. Su referente principal es la Revolución cubana y los movimientos guerrilleros que se extendieron por todo el continente. Una segunda ola busca el acceso a los gobiernos estatales con programas progresistas y triunfa a comienzos del nuevo siglo en situaciones tan variadas como las de Bolivia, Brasil, Uruguay o el mismo Ecuador (con el mandato de Rafael Correa). Estos gobiernos hablan de poner freno al poder de las multinacionales, de dar voz a los movimientos indígenas, etc. En Ecuador, a la presidencia de Correa, la más dilatada de su historia moderna (2008-2017) le sigue la del que fue su vicepresidente, Lenin Moreno, pero la sensación actual es de decepción, incluso de fracaso de estos intentos. Cuando leo sus escritos o escucho sus declaraciones, tengo la impresión de poder estar asistiendo al inicio de una tercera ola que tiene una mayor consideración a los movimientos de base; con aspiraciones políticas pero que cuida la autonomía de esos movimientos.
R. El gobierno de Correa, dicho suavemente, representó una década perdida. Llegó a la presidencia por el apoyo de amplios sectores, pero acabó creando uno de los gobiernos más corruptos y totalitarios de nuestra historia moderna. Volviendo al marco que me plantea, hay que decir que ni la derecha y ni la izquierda tradicional han podido dar una respuesta a las nuevas demandas que la humanidad exige; ciertamente, tampoco a las antiguas. Quizás porque ambas son coloniales si miramos desde su jerarquización, desde el dominio, desde el despojo, desde el patriarcalismo, desde el mercantilismo, desde el capitalismo. Porque, si bien la derecha es más retardataria, atrasada, cerrada; y la izquierda se levanta contra la conculcación de los derechos, cuando llega al poder termina vulnerándolos. Y el más fundamental entre ellos es el derecho a la Naturaleza. El mundo está escrito al revés. Existe la declaración universal de los derechos humanos, pero no la declaración universal de la Madre Naturaleza. Estamos ante una visión completamente antropocéntrica, incluso falocéntrica, que olvida la visión cosmocéntrica que es holística, integral. Y los gobiernos de derecha, liberales, los gobiernos neoliberales, gobiernos de facto dictaduras; así como los gobiernos de izquierda en sus variantes, o esos gobiernos progresistas que me menciona, se muestran incapaces de dar una respuesta a un grito desesperado sobre el futuro de la Humanidad. Diferente a esa falta de respuesta, a la pasmosa indiferencia de esas opciones, empieza a surgir una tercera ola o una tercera vertiente que se sustenta en la cosmogonía, en la cosmovisión de los pueblos originarios; una nueva corriente que es ecologista, y los primeros ecologistas son los pueblos originarios que no entendieron a la tierra como propiedad privada; no la consideraron como objeto, sino como sujeto de derechos, como Madre-Matriz. Por eso la Pacha Mamita, la Madre Tierra; por eso ese respeto, ese cariño, esa dependencia vivencial en relación a la Madre Tierra, a diferencia de las culturas judeo-cristiana y greco-romana que considera a la Tierra como objeto y todos sus textos –tanto la Biblia como el Corán– hablan de someter a la tierra, dominarla y extraer de ella. La vieja y la nueva izquierda dice que esto es necesario “para bien de la Humanidad”, sin importar que esto traiga el expolio de la Naturaleza ya que siempre permanece subordinada al hombre. Por eso se produce el choque de concepciones.
P. Usted proviene del movimiento indígena, y es habitual entre nosotros pensar que los indígenas sostienen reivindicaciones y luchas defensivas, contra la falta de respeto a sus derechos. Pero desde la perspectiva de esa “tercera ola” están ustedes formulando una salida global a una crisis civilizatoria…
R. No nos reducimos a la lucha por los derechos de una minoría. Cuando se habla de los “indígenas”, a menudo se hace desde una posición racista y colonialista. Lo que nosotros trabajamos y proponemos es una respuesta alternativa global enraizada en nuestra propia historia y nuestra cosmovisión frente a una crisis global.
P. Resulta difícil de entender este cambio de enfoque: el paso que hay de reivindicar unos derechos a la propuesta de una visión global, que cuestiona el mismo modelo en el que se generan los conflictos. Entiendo que no se reivindica la preservación de unas costumbres, de un pequeño legado –con la posible idealización del mundo antiguo–, sino que se trata de una réplica global, una “enmienda a la totalidad” del modelo de progreso. Y esto nos pone sobre la pista de una segunda cuestión: la relación del indigenismo, como alternativa global, con aspectos de tipo ritual o espiritual de las tradiciones ancestrales; una cosmogonía o una visión del mundo que, revisando la historia de los pueblos, remueve el concepto mismo de identidad colectiva. No es fácil comprenderlo desde Europa. Y no tanto desde cierta posición antropológica, sino por su grado de politización en la directa y estrecha relación de estos aspectos con las luchas ecológicas, sociales y políticas. En Europa, a diferencia de aquí, se trata de ámbitos separados.
R. No existe posición política a la que no subyazga una cosmovisión. Europa nunca entendió que, además de un reino mineral, vegetal, y animal, existía un reino espiritual. El cuatro es un número sagrado: las cuatro puertas de la chacana, las cuatro fuerzas del Universo, las cuatro dimensiones… Europa se olvidó del cuarto reino, el espiritual. Cuando Europa llegó acá consideró las manifestaciones vivas de este reino como brujería, hechicería, atraso… algo diabólico. Como no las entendió, las invisibilizó, las criminalizo, las persiguió. Pero nosotros hemos demostrado, incluso científicamente, que esa espiritualidad existe; que sin ella no habría emociones, sentimientos ni resentimientos; las tristezas y las alegrías. Y hemos demostrado que todo es vida: la piedra, el agua; que todo está impregnado de espíritu. Es una idea que empieza a calar entre los jóvenes, a través de la sensibilidad ecológica actual. Y es ahí donde nace la esperanza; los sueños, las utopías… sin los jóvenes no vamos a ningún lado. Los jóvenes comienzan a darse cuenta de la crisis climática que señala una crisis civilizatoria… Hay que defender el agua, hay que defender el Yasuni, hay que defender el Tipnis, la Amazonía… y la rebeldía de los jóvenes y su irreverencia va rompiendo esquemas y paradigmas que hacen revivir la vieja idea de que otro mundo es posible. Se trata de un nuevo ideario que, promoviendo acciones pequeñas tenga impactos globales. Los que defienden el agua aquí o en India tiene impacto en los Himalaya; lo que hacen con el Danubio impacta en Madagascar. Cuando converge el conocimiento científico con los mitos y los ritos ancestrales y su potente iconografía, sintonizamos con los jóvenes y la esperanza.
P. En este choque, da la sensación de que estuviéramos ante fuerzas monstruosas invencibles. Y también de que se trata de una resistencia de otra naturaleza. Pero, ante fuerzas tan poderosas, de unos retos que aparecen como insuperables ¿de dónde surge la fuerza y la esperanza? Y ¿cuál es su pronóstico tras su acceso a un cargo político como la prefectura de Azuay?
R: He visto que no hay imposibles en la vida. Parar a una multinacional china con todo su poder parecía una ilusión, pero terminó siendo un sueño que se hizo realidad con la consulta de Quinsacocha del pasado mes de marzo. Algo que hace veinte años era imposible de plantear. Aquí se rebasan las fronteras de izquierda y derecha cuando aparecen nuevas formas que podríamos llamar biocentrismo o comunitarismo, que rebasa el socialismo, el comunismo y el capitalismo. No reniego de las grandes doctrinas y los aportes del movimiento comunista, pero se quedó corto frente a las cuestiones de género, frente a los pueblos indígenas, frente a los derechos de la naturaleza. Por eso surge esta nueva propuesta que no es un esquema cerrado, sino una visión amplia y abierta intercultural y plurinacional. No somos sectarios, “indigenistas”, y percibo que cada vez más jóvenes lo comprenden así. Ahí radica nuestra esperanza.
Tres amplias entrevistas a Yaku Pérez en video:
Entrevista de 2016 en A Quemarropa
Minería y consulta popular, 2019Tras la incorporación a la Prefectura, 2019